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En el barrio, hace ya unos años había una laguna que el progreso se encargó de rellenar y el paso del tiempo la condeno al olvido, era la Carotenutto. Esta laguna, se formó al llenarse de agua una perforación profunda y amplia de una cantera explotada por la familia Carotenutto, de allí su nombre. Al abandonarse los trabajos de extracción de granito, para la fabricación de adoquines en esa cantera, la misma se inundó, algunos decían que tenia conexión con el mar, y por ello es que el agua la invadió. Lo cierto es que el agua de un color verde intenso, no dejaba ver el fondo, y esto contribuía a las diferentes opiniones respecto de su verdadera profundidad.
Durante las tardes de verano, algunos vecinos relataban que se escuchaban cautivadores cantos, y que, por el tono de las voces, se trataría de mujeres. Comenzaron a intentar determinar de donde procedían esas musicales voces, pero al intentar seguir el rastro sonoro, el mismo se perdía al llegar a la Carotenutto. Un día se escuchaban gritos, de un vecino que vociferaba “¡…la vi, la vi, está en la laguna!” Todos corrieron a su encuentro, pero, el vecino estaba como en un trance, solo gritaba que la había visto, y por más que indagaban, no lograban sacarle cual había sido su visión. Lo cierto es que, al pobre tipo, lo internaron y recién después de varios días, cuando salió, decía que lo que había visto era una sirena, con lo cual casi que lo internan de nuevo.
Los cantos se seguían escuchando, y siempre al parecer su procedencia era la Carotenutto. Un día pasado apenas el mediodía, casi en el albor de la siesta, se escuchaba, como sucedía habitualmente, recién entrado el verano, el silbato y los gritos comerciales del heladero de Laponia, quien montado en su bicicleta, perturbaba a los siesteros del barrio. Se escuchaba la liturgia propagandista, “¡helado helado, Laponia helado, palito bombón helado!” El heladero tenía un recorrido habitual, que constaba en una ronda por la periferia y luego se adentraba por las sinuosas calles empedradas del barrio PYM. Esa temprana tarde, los chicos que lo esperábamos con las monedas para comprar el palito de agua, o el bombón helado, según era la costumbre, nos sentamos en el cordón de la vereda, pero el heladero no aparecía. Las madres, ante nuestra tardanza, salieron a ver qué pasaba, pero lo que no pasaba, era el heladero. Gustavo!!, entra a ponerte la gorra! Gritaba Teresa, su mama. Puli!!, mojate la nuca a ver si te insolas!! profería otra mama.¡ Para mami, estamos esperando para el helado! Gritaban los chicos.
¡Entren de una vez, no ven que hoy el heladero no va a venir!, gritaba otra madre. Pero los chicos lo habían escuchado, fue así que Walter, al que más le gustaba investigar, tomo la iniciativa y dijo: “nosotros vamos por este lado y ustedes den la vuelta por acá, así lo vamos a encontrar”. Dicho esto, emprendimos la vuelta a la caza del heladero.
Al terminar de dar la vuelta, unos por un lado y otros por el lado contrario, nos encontramos en la Carotenutto, al llegar, todos estábamos sorprendidos, ya que el heladero no aparecía, de repente, el chino grito: ¡miren, la gorra del heladero! Allí estaba, flotando en las aguas de la laguna, la gorra roja del heladero de Laponia. Nos quedamos duros, sin pronunciar palabra, mirando como flotaba mansamente en las aguas, cuando algo de lo que no podíamos dar crédito sucedió, una mano delgada y hermosa, emergió de entre las aguas para tomar la gorra roja y luego desaparecer con ella. Junto a las piedras de color azulado que conformaban el pequeño barranco perimetral de la Carotenutto, se encontraba la bicicleta del heladero, sola, parada con su pie doble. No recuerdo quien tomo la iniciativa, pero sí, que salimos corriendo desesperados, los talones nos pegaban en el culo. Cada uno fue al encuentro de nuestras madres y padres a contar lo sucedido. Fue un escándalo, algunos pensaban que era una joda y otros, ante nuestra insistencia, creían que nos habíamos insolado y estábamos delirando. La sorpresa fue que al llegar al sitio de la laguna, vieron la bicicleta y les entro la duda y la curiosidad, todos comenzaron a buscar al heladero, pero este no apareció. Vino la policía, y empezamos a hablar todos juntos y a intentar explicar que una mano se había llevado la gorra. El policía, se sonrió, cargo la bicicleta del heladero y se fue.
Pasaron los días y no había rastros del heladero, se pedía por su paradero, y nada. Un día en el noticiero de canal 8, informaban que en las costas de las playas cercanas al casino de Mar del Plata, habían encontrado flotando, una gorra roja. Por aquel entonces, debíamos confiar en la palabra del Cholo Ciano, ya que la tele era en blanco y negro.
Vieron, dijo uno, que está conectada con el mar, no ven adonde fue a parar la gorra del pobre heladero. Así fue que comenzó a crecer el misterio, se sucedieron nuevos hechos, y todos comenzaron a sospechar que el relato de la sirena comenzaba a tener sentido. Otro día por la tardecita, uno de los chicos paso por lo de Clavería, compro sus anzuelos, y se fue a armar la caña para ver si pescaba algún bagrecito en la Carotenutto. Llego, se sentó en la orilla y tiro su línea de anzuelo, lombriz y corcho para probar suerte. Comenzó a escuchar una hermosa melodía que lo sumió en un sueño hipnótico, por suerte fue rescatado, cuando se estaba sacando la ropa y se disponía a zambullirse en las verdosas aguas. Otro vecino del lugar, estaba construyendo el garaje de su casa y con una carretilla, arrojaba en la laguna la tierra sobrante de la construcción de los cimientos, en uno de estos viajes, fue cuando las vio. Justo cuando estaba volcando la carretilla y la tierra caía ruidosamente en el agua, emergieron de un salto dos bellísimas sirenas. El vecino, quedo hipnotizado, miraba fijamente sus torsos desnudos y sus colas de color plata. Su esposa lo encontró, parado en la orilla, cuando salió a buscarlo para alcanzarle un mate. No hablaba, no parpadeaba, estaba en trance, la señora asustada llamo a los vecinos quienes lo cargaron hasta su casa, lo dejaron acostado en la cama, parecía un maniquí. Llamaron al médico quien luego de revisarlo, dijo que estaba todo bien en lo físico, que por las pupilas dilatadas o bien se había fumado alguna sustancia o había recibido un susto mayúsculo. Luego de unos días, salió de ese estado y comenzó a hablar, nunca volvió a ser el mismo, y todas las tardes se quedaba parado con la mirada perdida en las verdes aguas. Se siguieron sucediendo hechos, que involucraron a diferentes vecinos, todos con el común denominador de las bellas sirenas y sus hipnóticos cantos.
Con el tiempo, tal vez se hizo costumbre, pero ya no llamaba tanto la atención, debemos tener en cuenta, que en sí mismo, el barrio PYM siempre fue un lugar mágico.
Lo cierto es que la urbanización de Balcarce tomo un giro diferente y la zona de los alrededores de Cerro, cobro un mayor valor inmobiliario, tal es así que los terrenos adyacentes a la laguna se lotearon, se abrieron calles y se comenzó la construcción de algunas casas. Los herederos de los Carotenutto, contrataron una empresa para el relleno de la laguna, para lo cual se trajeron grandes cantidades de tierra y escombro, luego vendieron los terrenos, se enterraron pilotes y sobre una platea de hormigón hoy se encuentran edificadas algunas viviendas. Hace poco, en un local de ropa de la ciudad, mientras esperaba que me atendiera uno de los vendedores, escuche una conversación, entre dos señoras, en la que una le manifestaba que algunas noches escuchan cantar, que el sonido pareciera que sale de debajo de la casa. Ya revisaron todo, las radios y los equipos de música de la casa están apagados y hasta llegaron a despertar a sus vecinos para preguntarles si dejaron la música encendida en algún lugar de la casa, pero nadie tiene equipos ni radios funcionando. De todos modos la señora le contaba a su amiga, que el sonido es de una extraordinaria belleza y que cuando lo escuchan, durante la noche, les dan ganas de quedarse despiertos, para poder apreciar las voces que parecen de mujeres, y que son maravillosas.
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