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Puedo verte a través del tiempo, de lo clásico, de la modernidad y la posmodernidad. Pasando por esta actualidad ecléctica.
Allí estas, de pie y puedo verte por la doble altura del atelier de Ozenfant, subiendo por las cuestas suaves de las rampas curvas de la Ville Saboye.
Tu mirada puesta en el infinito, en la perspectiva interminable del curtain Wall.
La tenue luz que se cuela por los muros de Romchamp, baña suavemente tu rostro, resaltando en sus claroscuros la perfección de tus rasgos. Sin interrumpir tu rezo, me alejo y me adentro en el sinfín de colores de los muros del acceso que como un caleidoscopio desorienta mi mente y hace que me olvide de ti por un instante.
Te busco, perdí tu rastro en Marsella, pero sigo tras de ti, el torero de Picasso me señala el camino, de a ratos estoy más cerca. Douglas me atrae y su blancura contrasta con el verde del bosque que crece en la ladera y el azul intenso del lago, todo es un marco para el dorado de tu piel. La linealidad de sus columnas y las aristas vivas de sus muros, dialogan por oposición con la suavidad de tus formas, que realzan aún más la belleza del entorno.
Busco pistas en los cinco postulados, pero caigo en el monismo de pensar solo en ti, tu como única idea. El grial en esta búsqueda, se vislumbra y se alcanza solo si logro de ti lo más difícil de obtener, lo más complejo. Tu perdón.
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